¡Pero si aún no hemos acabado enero! ¿Cómo es posible que se adjudique ya este dudoso honor? Ay amigos, es que en Wall Street Journal empiezan el año fuerte:
Riñones en metálico: un mercado de órganos.
Hay un remedio claro para la reciente escasez de órganos, según Gary S. Becker y Julio J. Elias. Un gran número de donaciones de riñón podrían hacerse si se pagasen $15,000 por riñón
Efectivamente, yo también me he quedado como cuando Geoge W. Bush propuso talar los árboles de Norteamérica como solución a los incendios.
En honor a la verdad, esta noticia tiene algo que le da un punto extra: el tal Gary S. Becker recibió el premio Nobel en 1992. Antes de que corráis a la ventana con la (no carente de sentido) intención de arrojaos por ella, tranquilidad: no es premio Nobel de medicina, sino de economía. Con esto uno se queda más tranquilo, ya que como suele repetirse «el de economía es el único premio Nobel que se otorga a dos personas por descubrir exactamente lo contrario». La perspectiva de un Nobel de medicina proponiendo el mercadeo de órganos era ciertamente inquietante.
Este profesor de la Universidad de Chicago y su colega, adalides del mercado y la libre competencia, deciden defender una posición que ellos mismos reconocen que a muchos les suena inmoral y repugnante (al menos son mínimamente conscientes del mundo en el que viven, algo es algo): si se pagase por los órganos se aumentaría el número de donantes. En honor a la verdad, el texto está brillantemente motivado, explicando el problema de la escasez de donantes en Estados Unidos con gráficos tan explícitos como este:
El número de gente esperando un transplante de riñón en EEUU crece mucho más rápido que el número de donantes
De acuerdo, los autores me han convencido de que hay escasez de riñones para transplantes en EEUU. Hagamos como que en esa misma gráfica no vemos que el número de personas que necesitan un riñón aumenta a un ritmo superior cada año. Porque si no, ¿no habrá un problema subyacente de salud pública que multiplica la necesidad de transplantes? ¿es posible que el sacrosanto libre mercado esté fallando en EEUU, metiendo en la lista de transplantes a gente que podría haber solucionado su problema con un tratamiento menos radical (y mucho más barato, ya que parece la obsesión de los autores) en un sistema de sanidad universal como el europeo? Por si alguien esto le puede sonar a cuento de la lechera, está comprobado que por ejemplo el copago en atención primaria no reduce el gasto sanitario porque la gente se espera a estar más grave para ir al médico y sube la tasa de ingreso hospitalario [fuente]. Apoyando esta tesis se encuentra la carambola de que, de hecho, el de riñón es el único transplante en el que EEUU está muy por encima de la media mundial [fuente] : en serio, ¿no tendría más sentido preguntarse por qué los americanos necesitan el doble de transplantes que el resto de países desarrollados?
Un dato simple y que los autores deciden ocultar, es comparar países según el número de donantes:
Este gráfico, aparte de demostrar que la UE a estas alturas es una broma (España tiene 30 veces que Bulgaria de algo que es signo de desarrollo) nos llena de orgullo y satisfacción a los españolitos porque parece que somos líderes en algo más que en la tasa de paro. Y no es ombliguismo: hasta la Fox ha tenido a bien señalar el liderazgo español en transplantes. Hay algún estudio serio que señala como el liderazgo de España puede ser explicado por varios factores. Por un lado la legislación dice que el familiar ha de expresar rechazo explícito para que no se produzca la donación (por omisión se es donante). Por otro se ensalza la labor de la Organización Nacional de Transplantes (gracias a Dios no tenemos 17 ONTs, y a un vasco se le puede poner un corazón de un andaluz, por más que le pese a Arzalluz). Además se resalta que muchas muertes en España son cerebrales y se producen en UCIs, lo que incrementa el número de órganos utilizables.
Pero sin embargo, nuestros queridos economistas deciden que no, que el problema no puede ser que muchos americanos no mueran en UCIs o que mueran de dolencias por las que en otros lugares no morirían (cualquier país con el nivel de renta de EEUU o incluso sensiblemente inferior a éste como España). Ni siquiera contemplan la idea de que el hecho de que un transplante en España cueste 10 veces menos que en EEUU puede ser un factor relevante (para «despiporre» total, un reciente estudio demuestra que en España no solo es que se le quite un cero al precio, es que encima se hace mejor). Otro factor, si bien no lo encontrado documentado, es la mera empatía. Si yo fuese un pobre americano que en mi vida he tenido acceso a sanidad decente ¿donaría mis órganos para emplearlos en una operación médica que ni yo ni nadie de mi familia nos podremos permitir jamás?
Por último, es interesante (por no decir rastrero) que a la hora de meterse en materia se centren en el riñón, mientras que en introducción y conclusiones presentan su idea como una solución global al problema de la escasez de cualquier órgano. El riñón es el único órgano que se puede donar estando vivo. En una persona viva, la decisión de lo que hace con su cuerpo es enteramente suya (bueno, menos para Gallardón) y no hay mayor controversia sobre quien es el tomador de decisiones. Pero en el caso de un recién fallecido, ¿se han parado estos señores a pensar si quiera el lío jurídico que crearía la venta (o no) de los órganos de fallecido? ¿tiene una viuda derecho al «usufructo» del hígado de su marido? ¿La decisión se toma por consenso, o se permite una mayoría simple que acumule los votos de aquellos que reúnan el 51% de la herencia? (notése que al estar dirigida a un economista de Chicago, la segunda pregunta es retórica)
En fin, que no hay más ciego que el que no quiere ver. Estados Unidos tiene un gasto sanitario que triplica el de la UE, y sus ciudadanos reciben peores cuidados que en países que gastan 6 veces menos (según la propia CIA tiene mayor mortalidad infantil que Cuba, alejada de países de su nivel económico como Suecia o Japón). Por una vez, EEUU no tiene que inventar nada, vale simplemente con que copie el modelo europeo. Pero no, hay iluminados (como este Nobel de marras) que se empeñan en proponer soluciones radicalmente opuestas. Lo dicho, la sanidad americana necesita más médicos que analicen porque les duran tan poco los riñones y menos monetaristas empeñados en convertir las UCIs en mercados de valores.
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